<Bienvenido a la agencia matrimonial> ¿El matrimonio real es posible? [3]

Las invitaciones de boda de mis amigos

¿Acumular años sin pareja? Es más fácil de lo que parece.

Trabajo duro, de vez en cuando voy a citas a ciegas, y si no funcionan, paso el tiempo con todo tipo de hobbies.

Hago dieta, cambio de estilo. Así, si solo pierdo el tiempo un par de veces al año, la vela de mi pastel de cumpleaños aumenta en un abrir y cerrar de ojos.

“Chicos, ya tengo fecha.”

Era diciembre, invierno, antes de que terminara el año.

Incluso una amiga de la que ni siquiera sabía si tenía novio, anunció de repente que ya tenía fecha para la boda.

Tan impactada quedé que, por si acaso, le pregunté si estaba embarazada.

Me dijo que le habían pedido matrimonio a los 100 días de conocerse.

“¿Ah, sí? A mí también me llegó la invitación.”

“¿De verdad? Yo también tengo fecha para el año que viene.”

Con 29 años, como si fuera una promesa, mis amigas se casaron una tras otra con algunos meses de diferencia.

Ahora, de las 8, solo quedamos 3 solteras, contándome a mí.

Supongo que a los 30 años me casaré.

Era algo vago, pero lo daba por sentado sin dudarlo.

La inseguridad de que todos lo hacen menos yo. La ansiedad. La presión.

Pero ni siquiera quería que los demás se dieran cuenta de que sentía esas emociones.

Dicen que hasta los zapatos viejos encuentran pareja, pero esa frase me disgustaba mucho.

¿Mi pareja estará en Seúl? ¿En el extranjero? ¿Habrá nacido siquiera?

Cuando veía a las parejas caminando por la calle, me sentía indignada: ¿Por qué ellos sí tienen pareja y yo no?.

No soy partidaria de no casarse. No tengo ningún deseo de vivir una vida genial sola.

Quería enamorarme, tener una relación, casarme y tener hijos como conejitos.

Al igual que la gran mentira de que al entrar a la universidad se adelgaza, la idea de que al hacerse mayor uno se casa de forma natural era una falsedad.

Y encima, no poder coger el ramo de mi mejor amiga.

Ese lugar pasó a ser para otra amiga que se iba a casar después.

Las solteras mayores de 40 años que conocía lloraban de soledad cada vez que bebían alcohol

Y al día siguiente, como si nada, volvían a su rutina diaria. En lugar de consolarlas, preferíamos hacer como que no pasaba nada.

Las amigas que se casaban me decían que pronto encontraría a alguien especial.

Aquella noche de invierno en la que recibí 4 invitaciones de boda a la vez, lloré mucho.

No puedo estar desanimada para siempre. ¿Qué tengo yo de malo? Solo que todavía no he encontrado a mi media naranja.

Me sentía orgullosa de estar preparada para que al menos nadie tuviera que disculparse por presentarme a alguien.

Así que me quité la máscara de indiferencia y empecé a pedir a mi alrededor que me presentaran a gente.

Que si conocen a alguien interesante que me presenten.

La respuesta fue buena. Todos se esforzaron en presentarme a alguien, ya fuera de forma directa o a través de conocidos.